Con el avance de la tecnología en el monitoreo de la medición de déficit de oxígeno en los tejidos (entrega crítica de oxígeno) en tiempo real, ha permitido a la ciencia avanzar y desechar el concepto de que la administración de sangre exógena mejora la fisiología o la homeostasis del individuo. El concepto erróneo de que la oferta crítica de oxígeno (DO2) y el nivel de hemoglobina están directamente relacionados, aumentando / disminuyendo la hemoglobina se aumenta / disminuye la oferta de oxígeno, es parte del día a día de la inmensa mayoría de los médicos. El nivel de hemoglobina circulante no necesariamente aumenta la oferta de O2 a los tejidos. La transfusión de sangre alogénica no solo no mejora sino que potencialmente empeora la oxigenación tisular (400% de reducción en la oferta de O2 a los tejidos). A pesar de los innumerables datos de investigación médica de alta calidad que tratan los daños que la transfusión promueve, los médicos siguen buscando un «gatillo« para un valor que requiera transfusión. La entrega de O2 es altamente regulada y estable sobre una amplia gama de hemoglobina, además de esto; cuanto más suministramos hemoglobina alogénica, no habrá un aumento correspondiente en la oferta de O2 a los tejidos. El hematocrito capilar siempre es estable entre el 12% y el 15% y no puede ser aumentado. Agregar más hemoglobina no aumentará el hematocrito a menos que la oferta de O2 esté en un nivel crítico. La hemoglobina es una válvula de exceso de O2 a nivel de los tejidos porque este mismo oxígeno es tóxico y su exceso en los tejidos lleva a un daño al ADN, mutaciones y eventualmente muerte celular (apoptosis). Entendiendo entonces cómo la microcirculación y la hemoglobina trabajan juntas para crear un equilibrio muy estable. En 62 estudios clínicos controlados y aleatorizados no se mostraron ventajas para los pacientes transfundidos, entonces ¿por qué la medicina sigue compelida a transfundir, transfundir…?