Es un proceso desarrollado desde 1970 con el objetivo de evitar transfusiones de sangre en pacientes que no desean someterse al uso de sangre homóloga (donante), ya sea por razones religiosas o personales. Debe realizarse ya que, aunque el manejo de la sangre es altamente seguro, no está exento de complicaciones, ya sean inmunológicas, infecciosas o causadas por la llamada «enfermedad del depósito« (donde la sangre almacenada sufre cambios en su citoesqueleto, haciéndose menos deformable y más frágil, rompiéndose fácilmente). Se realiza extraíendo sangre del paciente, tan pronto como se anestesia e infundiendo suero fisiológico en proporción de 3:1, manteniendo así un volumen de líquido que mantenga la presión arterial en valores normales. Esta sangre extraída permanece en la sala de cirugía y se devuelve al paciente cuando la cirugía ha terminado.